martes, mayo 01, 2007

SOBRE LOS "SERVIDORES PUBLICOS"



La gente en posiciones de gobierno en todo el mundo, tanto en sociedades democraticas como autoritarias como monarquicas, como en cualquier sistema de gobierno, han sido muy inteligentes, mas bien diria habiles para vivir a expensas del pueblo sin prácticamente rendir cuentas. Ellos usan telefonos, secretarias, espacios reservados para estacionar los autos oficiales que nosotros les compramos, pasajes en primera clase que solo los ricos disfrutan, seguros de desempleo, de retiro, estabilidad laboral que son la envidia de cualquier trabajador, puestos en organismos del estado para toda la familia y amigos, custodias privadas y policiales para su seguridad, beneficios de traslados y mudanzas, jubilaciones de privilegio, etc, etc, etc, etc, etc, etc, y todo en NOMBRE DEL PUEBLO!!!!!!!!!!!!! al que oprimen con sus regulaciones y reglamentaciones y con sus gastos que debemos financiar entre todos, ricos y pobres. Porque claro, una vez en ese escaño de diputado o en ese puesto de ministro, algo tienen que hacer para justificar todo lo que ganan de nosotros. Y lo que hacen es solo poner trabas al libre desenvolvimiento de los ciudadanos trabajadores, y otorgar favores a los que apoyan sus permanencias en estos puestos de privilegio.
Y por supuesto que se unen y apoyan cuando algun ciudadano o grupo de ciudadanos intentan alguna accion concertada para disminuir estos privilegios escandalosos e intolerables. Por mucho que he pensado pienso que este problema es de muy difícil resolución ya que la gente que tiene poder para resolverlo es justamente la que goza de los privilegios, y si no los goza ahora pero accede a ellos a traves de un cargo publico (que incluso pudiera asumir un ciudadano con la intención de cambiar todo esto), el hecho de asumir el cargo automáticamente lo hace pertenecer a esta clase social parasitaria y gozar de los beneficios. Con lo cual es difícil que ahora esa persona diga: “me voy a deshacer de esto que tanto me beneficia”. Entonces como hacerlo???
Como librarnos de esta clase despreciable, como cambiar este sistema? La verdad, no tengo ni idea pero pienso que seria una tarea muy productiva para el bien comun que algun genio nos diera respuestas o lo estudiara para brindar soluciones. Se me ocurren 2 cosas: 1) que deberia haber limitaciones temporales a los cargos, y que esto deberia ser inmodificable, y 2) Deberia haber una rendicion de cuentas en audiencia publica donde los ciudadanos pudieran ver clara y transparentemente los bienes y propiedades de los funcionarios salientes antes y después de dejar el cargo, y 3) Una rendicion de cuentas tambien en audiencia publica donde el funcionario justificara y explicara las medidas de gobierno tomadas durante su gestion, si es que hubiera dudas sobre su finalidad.

A vos se te ocurre algo, algun mecanismo para que esta gente sea responsable por sus actos?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno, no sé si alguna vez podremos alcanzar la isla de Utopos que Tomás Moro nos proponía, pero acá va una opinión que me resultó interesante y esclarecedora.
El hipnótico modelo populista

Por Marcos Aguinis
Para LA NACION
Ningún régimen populista ha logrado (o ha querido seriamente) acabar a
fondo con la pobreza, estimular una educación abierta ni desmontar el
fanatismo. Sus programas no apuntan a un desarrollo sostenido y firme.
No le interesan los derechos individuales ni la majestad de las
instituciones republicanas. Por el contrario, exageran el
asistencialismo mendicante, imponen doctrinas tendenciosas y exaltan
diversos tipos de animosidad para conseguir la adhesión de multitudes
carenciadas, explotadas, resentidas o enturbiadas por la confusión.
Armando Ribas atribuye al socialismo autoritario un método que también
yo percibo en los regímenes fascistas o
populistas: crear un enemigo externo, un enemigo interno y un enemigo...
anterior. Además de poner siempre la culpa afuera, la inyectan contra
lo que ocurrió antes para, de esa forma, depredar sin límites.

En la Argentina tenemos ejemplos de sobra. En la actualidad se acusa de
todos los males a la década del 90, es decir, el enemigo anterior. En
esa década la Alianza sólo gobernó 20 días. El resto de los 90 fue
responsabilidad de los peronistas populistas "menemistas". Pero resulta
que esos menemistas son los mismos que ahora están amontonados en el
poder; que elogiaron, rodearon, apuntalaron y se arrodillaron ante
Menem. Es una situación tan grotesca que no habría podido describir ni
Ionesco en su teatro del absurdo. Las actuales autoridades pertenecían
al mismo partido político, aplaudían todas las decisiones de Menem, lo
ayudaron a ser reelegido y le rendían tributo en toda ocasión como impúdicos lacayos.
Resulta que ahora se contonean, orondos de ser el modelo opuesto. ¡Vaya
magia! ¡O vaya ilusionismo! ¡O vaya caradurez!

El sistema populista no se sustenta en ideas, por eso es pragmático y
cambia según los vientos. En sus cúpulas argentinas caben el variable
Perón, la feérica mitología de Evita, la criminalidad de López Rega, la
portación de apellido de una Isabelita que da lástima, la ensalada
facho-bolche de los montoneros, la ineficaz renovación de Cafiero y
compañía, las privatizaciones monopólicas de Menem, el caudillismo de
Duhalde, los imbatibles sindicatos y el pseudoprogresismo de Kirchner.
Todo eso y quizás algunos nuevos productos llamados "superadores"
seguirán manteniendo acorralado nuestro país en un mareante festival de
mediocridad e irrelevancia (Dios y los argentinos no lo permitan).

El mexicano Enrique Krauze ha descripto con filoso escalpelo los rasgos
sobresalientes del modelo populista, a los que añadiremos otros
igualmente notables. Asegura Krauze que nunca falta el personalismo,
porque el partido o el movimiento se construyen en torno de una figura
providencial. Los casos de Getulio Vargas, Perón, Nasser, Chávez, Menem
o Kirchner son botones de una innumerable muestra. El líder es un
demagogo, porque se acomoda, miente, halaga y desacredita según
convenga al crecimiento de su poder. Mencken definió al demagogo como
"alguien que dice cosas falsas a gente que considera idiotas". Seduce
con actitudes que embelesan, como besar niños, mezclarse con la
multitud, abrazar pobres y desconocidos, prometer maravillas. Al mismo
tiempo, es duro con aquellos a quienes esa masa manifiesta antipatía, al extremo de prender muchas hogueras de odio.

No hay régimen populista que tolere la absoluta libertad de prensa.
Debemos reconocer que en la Argentina el populismo de Menem casi no
molestó a la prensa, sino que tuvo la picardía de usar muchos chistes,
caricaturas y condenas para revertirlas en su beneficio. Pero no fue el
caso de Perón, que expropió un diario, amordazó a otros y privó de la
radio a la oposición. En la actualidad, los pseudoprogres han censurado
en diversas ocasiones y de diferentes modos a periodistas y medios. De
Chávez ni hablar. Evo Morales sigue el mismo camino.

El presupuesto nacional siempre es manipulado con arbitrariedad. Los
controles son silenciados o ninguneados. El modelo populista identifica
fondos del Estado con fondos del gobierno o -peor aún- fondos de quien
tiene el mango del poder. Los usa a discreción para someter opositores,
cooptar voluntades y hacerse propaganda. Los venezolanos llaman
"regaladera" a los millones de petrodólares que Chávez distribuye
arbitrariamente para avanzar en su proyecto narcisista-leninista
(Oppenheimer dixit) y convertirse en el monarca del continente. En la
Argentina, siguiendo su ejemplo, se violó el artículo 29 de la
Constitución para que el jefe de Gabinete haga con el presupuesto todo
lo que su patrón quiera, sin control de ningún tipo. Sólo falta
jibarizar la Auditoría para que no reste una sola atadura. El populista
es un modelo que se ríe de las ingenuas y frágiles limitaciones de la transparencia republicana.

Tampoco faltan las alianzas con la "burguesía nacional" o los
"empresarios patrióticos", es decir, aquellos que prefieren coimear
funcionarios para obtener privilegios que producir en forma realmente
competitiva. Varios empresarios venezolanos ya tienen instaladas sus
familias en Miami, pero siguen haciendo pingües arreglos con la casta
chavista-militar corrupta encaramada en el gobierno. Aquí, muchos
funcionarios progres ahora son socios de grandes empresas o reciben
interesantes peajes. Por algo el imaginario de la calle los llama
"teléfono celular": hay que poner el 15 antes de seguir adelante. Y
quienes logran juntar un dinerito lo mandan afuera, a países más seguros, por las dudas.

El modelo populista no se priva de atizar el odio, como dijimos antes.
Perón contra la oligarquía y los contreras; Evo Morales contra los
blancos; Chávez contra los ricos (que no los incluyen a él y sus
leales); Kirchner contra los 90 (que tampoco los incluyen a él y sus
leales). Pero debo
corregirme: a menudo los enemigos de afuera, de adentro y de atrás son
varios, con lo cual es más fácil provocar una cadena de iracundia
catártica, antidemocrática y regresiva. Desde el atril de la Casa
Rosada, por ejemplo, este modelo de "crecimiento" y felicidad
populista, mal llamado progre, ha lanzado metralla gruesa contra
empresarios, militares, sacerdotes, periodistas y opositores de hoy,
ayer y antes de ayer. Como si fuera poco, "no pudo prohibir" que Chávez
viniese a ladrar desde Buenos Aires contra Estados Unidos, Uruguay,
Brasil, la OEA y todo lo que pretenda poner algún freno a sus arengas deslenguadas de papagayo matón.

También pertenece a este modelo su desdén hacia el orden legal. Igual
que en las monarquías absolutistas -y como asimismo nos enseñaron los
caudillos "dueños de vidas y haciendas"-, la ley es apenas un traje que
se ajusta a gusto y medida. ¿No cambió Menem la Constitución para
hacerse reelegir? ¿No convocó Chávez a una Constituyente apenas asumió?
¿No hizo lo mismo Evo Morales? ¿No los imita Correa en Ecuador? ¿No se
han demorado, burlado y distorsionado disposiciones de la reforma
constitucional de 1994 en la Argentina, con la manipulación del Consejo
de la Magistratura, el otorgamiento de superpoderes al Ejecutivo y la
lluvia de los decretos de necesidad y urgencia, cuando ni siquiera hay
urgencia ni necesidad, sino el propósito de impedir que se ventilen algunas cosas?

Por supuesto que el modelo populista no se resigna a la alternancia,
sino que quiere quedarse atornillado al trono. Reelección ilimitada o
presidencia vitalicia, quizás incluso hereditaria, como en Siria.
Algunos lo expresan sin sonrojo. Pero en la Argentina ni un adivino
hubiese podido concebir que esa eternidad en el trono podría ejercerse
mediante una secuencia conyugal que burle para siempre los principios
de la democracia (recurso iniciado en Santiago del Estero y ahora a
punto de convertirse en nacional).

A todas esas características no les falta el cultivo de la utopía. Es
decir, la promesa de que se avanza hacia un futuro espléndido. Es un
espejismo que se machaca con tenacidad, lo mismo que echarles la culpa
a otros y al pasado para encubrir la ineficiencia de la gestión actual
y tapar los síntomas del deterioro. La hipnosis de repetir que se han
logrado resultados brillantes con este modelo populista, y que serán
aún mejores, no deja de aturdir y convencer. Mientras, nos resignamos a
la mediocridad de seguir navegando sin rumbo.

Lo cierto es que el culto de la personalidad -en torno de la cual se
construye casi todo-, la ausencia de controles republicanos, la
inestabilidad jurídica, la falta de visión estratégica, la creciente
crispación del odio y el objetivo excluyente de mantenerse en el poder
a toda costa sabotean el progreso real. Con semejante clima no se
pueden esperar inversiones genuinas y caudalosas ni se puede esperar
que los argentinos regresen los miles de millones de dólares enviados
al exterior por desconfianza en la enclenque ley argentina. Ni siquiera
se aclara por dónde andan los millones que el Presidente envió afuera
cuando gobernaba Santa Cruz y que afirma, con un misterio propio de las
novelas de suspenso, que ya volvieron, pero no sabe qué se hace con ellos.

El modelo socialista democrático (no populista) de Chile, Brasil y
Uruguay -para sólo citar nuestros vecinos- está libre de todas las
pústulas mencionadas a lo largo de esta columna. No practican la
hipnosis del personalismo, no manipulan los medios de comunicación, no
usan de forma arbitraria el presupuesto, no alientan el odio, no
desprecian el orden legal, no agrietan la estabilidad jurídica, no
temen la alternancia, no descalifican a la oposición, no espantan las
inversiones caudalosas sino que las reciben con buenos contratos, se
abren al comercio mundial, no distorsionan los índices para engañar a
la ciudadanía y hasta cuidan el lenguaje. Por eso crecen más rápido,
son previsibles y más confiables. Por eso nos van empujando hacia el
extremo caudal del continente y del mundo, pese a las potencialidades
que seguimos manteniendo inactivas por culpa de este modelo populista que hipnotiza, embrutece y esclerosa.