sábado, junio 09, 2007

La celebración de los cumpleaños, por Roberto Cava


En los comienzos mismos de la carrera de Derecho aprendí que hay personas de existencia física y personas de existencia ideal o jurídicas. Unas y otras tienen un comienzo, es decir el momento desde el cual son objeto de derechos y obligaciones. Para los seres animales se llama nacimiento. Dentro de ellos estamos los humanos, separados nada menos que por ese chispazo divino que es la inteligencia. Ella nos hace seres racionales, libres e inteligentes.
El nacimiento o el comienzo, es precisamente el que marca la existencia física o ideal con una fecha que se denomina cumpleaños. Las mujeres y los hombres acostumbramos celebrar determinados hitos de nuestras vidas. Allí están, entre otros, los aniversarios de bodas. Las empresas y las instituciones tienen además sus fechas que son motivo de regocijo. En Protocolo se utiliza el llamado orden de precedencias por antigüedad. Es verdaderamente útil, aunque no es aconsejable su aplicación para personas de existencia física. No olvido el día en que serví el café a un grupo de señoras distinguiéndolas por edades. En cambio lo usamos para bancos, instituciones, presentación de cartas credenciales, etc.
Puesto que personas físicas y jurídicas festejan sus aniversarios, es lindo recordar las celebraciones de antaño. En el siglo pasado, en la década del veinte, se puede leer en EL HERALDO “que con motivo de ser ayer el día de su cumpleaños, reunió a sus amiguitos y los obsequió con un lunch. A las seis y media se sentaron ante una mesa llena de dulces”. Hoy las niñas y niños festejan de muy diversas maneras. Sin embargo en todas ellas prevalecen el afecto, el cariño, con juegos por internet o sin ellos.
Las personas mayores también cumplimos años y, a veces, aunque no nos guste, soplamos las velitas de una torta. Ese soplar viene de lejos. En Grecia se le tributaba honor a la reina Artemisa, la diosa de la Luna y se le presentaban unos panes con unas velas. La persona que lograba apagarlas de una vez, recibía su protección. Pasaron muchos siglos hasta que en Alemania se asentó la tradición actual. En los cumpleaños había que pedir un deseo en el momento de apagarlas de un solo soplido. Es una costumbre que continúa.
La llamada “Canción del cumpleaños” tiene también su historia. Fueron Mildred y Patty Hill, dos maestras norteamericanas sus compositoras, allá a fines del ochocientos. La melodía sencilla decía “Good morning to all” (“Buenos días a todos”). Con ella recibían a los niños al llegar a la escuela. En la década de 1930, Roberto Coleman registró la canción, cambiando algunas palabras, entre ellas las del inicio. Así quedó “Happy birthday to you”.
Los primeros cristianos no celebraban el día del nacimiento, porque había una fecha más importante todavía. Era la de la muerte, que en las fuertes palabras latinas recordaban que “vita mutatur, non tollitur” (“la vida no termina, se transforma”). Hay todo un capítulo de la historia sobre el culto de los santos y, por ese motivo, muchas personas celebran “su santo” o “su onomástico”. Así las “Rosas” tienen su 30 de agosto; los “José” el 19 de marzo; las “Marías” el 15 de agosto; los “Sebastián” el 20 de enero”; los “Carlos” el 4 de noviembre; las “Carmen” el 16 de julio; los “Patricios” el 17 de marzo.

Las empresas tienen sus aniversarios al igual que todas las instituciones. Celebran sus aniversarios las promociones de colegios y universidades; los obispos y los sacerdotes el día de su ordenación; los religiosos la fecha de su profesión. Se habla, por ejemplo, de “bodas de plata”, de “bodas de oro”, de “bodas de diamante”. Son ocasión para recordar tiempos pasados y a muchas personas. Los organizadores de eventos recorren con picardía los años transcurridos y son capaces de presentar lo que denominan “la línea del tiempo”. Las celebraciones pueden tener connotaciones religiosas, para agradecer a Dios y son objeto de cuidados agasajos. El ingenio y –a veces- el buen hacer profesional, elaboran un programa muy cuidado, donde el cariño está presente.

Hemos visto con nuestros propios ojos la evolución que ha tenido la celebración del cumpleaños. Recuerdo los de mi infancia, en Concordia, rodeado de chicos, con juegos sencillos y jugos de naranja. No eran tiempos de refrescos embotellados. A propósito no he querido recurrir a la horrible palabra “gaseosa”. Una gran torta blanca con velitas era la sorpresa de la tarde. Allí estaban los adornos de la despensa “El Galeón”, de calle Entre Ríos. Yo los había codiciado muchas veces al verlos guardados celosamente en una vitrina. Lo pasábamos muy bien y recibíamos regalos. Entre ellos, unos libros de una colección encuadernada en color amarillo. Hoy, al terminar esta nota, vuelvo a pensar en todos aquellos que me acompañaron cada 10 de marzo. Los conservo nítidos en la memoria. Les doy las gracias porque me enseñaron a vivir algo entrañable. No olvidemos, los mayores, de trasmitir esta tradición encantadora.

Roberto Sebastián Cava
Para EL HERALDO